Durante los últimos años, hay evidencias de que las actividades humanas están alterando el clima del planeta. Según el IPCC (2013), el calentamiento del océano representa aproximadamente el 93% del aumento registrado en la Tierra entre 1971 y 2010, correspondiendo el 64% del total a la capa superior del océano (0 a 700 m). Se ha señalado también un aumento en la salinidad de las aguas superficiales de latitudes medias, así como una disminución en las concentraciones de oxígeno en la termoclina en muchas regiones del océano desde los años 1960. Observaciones recientes han reforzado la evidencia de las variaciones en los sistemas principales de circulación del océano, y se han detectado evaluando cada año o periodos más largos (décadas). Además de esto, el calentamiento de los primeros 700 m de profundidad del océano ha contribuido a la subida del nivel del mar en un promedio de 0,6 mm año-1 desde 1971, y la magnitud de los eventos extremos de alto nivel del mar ha aumentado desde 1970.
Los efectos del cambio climático son ya visibles en los ecosistemas terrestres y marinos de todo el mundo y se manifiestan como cambios en la distribución de las especies y la fenología de las mismas. Las consecuencias futuras para los ecosistemas se predicen como devastadoras, incluyendo extinciones masivas y cambios en el funcionamiento de los ecosistemas.
Mediante estudios a largo plazo se ha confirmado la existencia de un patrón consistente de cambios en muchos ecosistemas de todo el mundo, relacionados con el cambio climático. Aunque los ejemplos se pueden encontrar en casi todos los ecosistemas del planeta, los cambios en los sistemas marinos han sido muy evidentes.
Los arrecifes de coral son uno de los ecosistemas marinos más amenazados por el cambio global debido al blanqueamiento masivo de los mismos relacionado con el aumento de la temperatura del mar. Además, se han producido cambios relacionados con el clima a gran escala en los ecosistemas pelágicos en el Atlántico Norte, y en el Pacífico Norte. Al sudoeste de Gran Bretaña, las capturas de arenque, una especie de aguas frías, y de sardina, una especie de aguas templadas, se han demostrado que están relacionadas con las fluctuaciones climáticas en los últimos cuatro siglos, dominando el arenque en los periodos fríos y la sardina en períodos cálidos. La abundancia y distribución de especies de plancton de aguas frías y templadas, también han variado con la temperatura durante los últimos setenta años (Southward et al., 1995). La ocurrencia de eventos, tales como la migración del calamar y la platija, han mostrado una correspondencia con los aumentos de la temperatura del agua, impulsados por la Oscilación del Atlántico Norte que puede estar cambiando con el clima.
En Galicia, al igual que en las demás regiones del planeta, los efectos del cambio climático son ya cuantificables. El primer Informe para el Cambio Climático de la Xunta de Galicia (2012) indica que se ha observado un incremento de las especies de aguas cálidas, tanto en plancton como en peces, y un incremento continuado de la producción de percebe “alongado”, sin interés comercial. Igualmente, se señala que la tasa de crecimiento y la calidad del mejillón han mostrado un descenso en las últimas décadas, mientras que el período de extracción se ha reducido debido al aumento de la presencia de microalgas nocivas. Así mismo, se advierte que la población de sardina ibérica ha presentado una diminución a largo plazo y que las capturas de pulpo se redujeron significativamente, debido a los cambios en la frecuencia e intensidad de los vientos en los períodos de afloramiento y hundimiento. El informe señala además que se ha registrado una disminución en la duración del afloramiento de un 30% y de un 45% en la intensidad del mismo, contribuyendo probablemente a duplicar el tiempo de renovación de las rías y a reducir la producción neta de la plataforma continental en un 50% y de las rías en un 15%.