La población atlántica de merluza se recupera de los efectos de la sobrepesca

Desde sus inicios la gestión de la industria pesquera no fue diseñada de manera sostenible y hoy en día la mayoría de las especies marinas comerciales están sobreexplotadas. Frente a esta realidad, de sobra conocida, las autoridades europeas fueron adoptando diferentes medidas para garantizar la explotación responsable de los recursos marinos y poner fin a los problemas de sobrepesca en las aguas europeas. El camino se inició hace ya unos años y los resultados de las diferentes medidas adoptadas comienzan a palparse, la población atlántica de merluza se está recuperando de los efectos de la sobrepesca y, tras conseguir un índice mínimo en 2004 con 300 reproductores en el Caladero Noroeste de la península Ibérica, esta cifra se multiplicó hasta conseguir en la actualidad los 5000 reproductores efectivos, «es decir, 5000 individuos que realmente contribuyen con sus genes a la siguiente generación», explica José Cuéllar, investigador del Laboratorio de Recursos Genéticos Marinos y autor de una tesis de doctorado en la que aplicó los marcadores genéticos para ahondar en el estudio del stock pesquero y en la evaluación de los efectos de la sobrepesca sobre la estructura y tamaño efectivo de las diferentes poblaciones.
En el caso de la merluza europea, a lo largo de la última década se implementaron diferentes medidas para frenar el deterioro y fomentar su recuperación. Con el fin de evaluar la evolución de la diversidad molecular frente a los procesos de sobreexplotación de esta especie, el equipo de investigadores e investigadoras de este laboratorio vigués analizó varios marcadores moleculares en diferentes series temporales (1976, 2000-2005 y 2007) y comparó estos datos con la situación actual. Los resultados no dejan lugar a dudas, la población se está recuperando y las principales medidas que contribuyeron la esta mejora fueron «el aumento del ojo de la malla en las artes de pesca y la merma de las cuotas de pesca», explica el autor de la tesis, que hace hincapié en que los datos genéticos de la pesquería sur también están de acuerdo con el modelo de conectividad demográfica en todo el Atlántico propuesto por este laboratorio y cuyo foco de radiación sitúa las principales zonas de desove en el Porcupine Bank (la unos 200 kilómetros del noroeste de Irlanda) y en el Gran Sol, una zona que destaca por su riqueza pesquera, especialmente en el que la merluza se refiere.

Toda esta información genética recogida en la tesis de doctorado de Cuéllar acerca de la estructura genética poblacional de la merluza europea permite entender mejor las limitaciones de los modelos demográficos y, a su vez, es clave para evaluar los riesgos de extinción por factores genéticos, permitiendo incorporar criterios de estructuración y diversidad genética en la gestión y, de esta forma, «prevenir el deterioro de las características físicas de esta especie y garantizar, por lo tanto, su sostenibilidad y la de las especies dependientes», recalca Cuéllar, que pone como ejemplo de estas especies dependientes a la anchoveta y el calamar «que son las principales especies de las que se alimenta la merluza», recalca el investigador.

Bacalao y la platija americana, entre las especies más explotadas

Una de las principales observaciones del trabajo, dirigido por los investigadores Pablo Presa y Alfonso Pita, es que, independientemente de la variación en la diversidad genética, el desgaste de las características físicas como la edad y el tamaño medio de madurez en especies intensamente explotadas, como el bacalao y la platija americana, es muy elevada. «Hipotéticamente el deterioro de las características físicas podría ser un subproduto de la sobrepesca sin consecuencias para la diversidad genética. No obstante, otro escenario plausible sería aquel en el que las características genéticas y físicas de la población fueron erosionadas hasta tal punto que no es posible recuperar la diversidad que tenían antes de comenzar la explotación», explica el autor de la tesis, que destaca el hecho de que, por el momento, con un volumen de información disponible sobre la evolución temporal de la diversidad genética de las especies sobreexplotadas aun muy bajo, no se observó una erosión genética paralela a la demográfica, hecho que achacan a que el tamaño genético efectivo de las pesquerías no disminuyó por debajo del límite inferior de precaución.
La investigación desenvuelta también permite medir cuanto y cuando se produjo la mayor pérdida de caracteres físicos de las especies explotadas y cuanto potencial se perdió en esos caracteres en los últimos cien años, tanto en las poblaciones naturales como potencialmente para su futura explotación en acuicultura. «Por ejemplo, entre 1985 y 1997 se erosionó el 15% de la talla y el 25% de la edad de madurez del bacalao en el mar Báltico», recalca Cuéllar, al tiempo que explica que los cambios más importantes se produjeron entre 1970 y 1980, momento en el que la pesca industrial comenzó a impactar significativamente en los bancos pesqueros, «con el aumento de la potencia de los motores, el incremento del esfuerzo pesquero y los grandes buques factoría».

De Colombia a Vigo para especializarse en Biología Marina

Colombiano de nacimiento, José Andrés Cuéllar (1983) se desplazó a Galicia a comienzos de 2011 para estudiar el Máster en Biología Marina de la Universidad de Vigo. «Escogí esta Universidad y este master en particular por diferentes razones, pero alguna de las que más pesó fue las oportunidades que se dan al alumnado y las oportunidades para hacer prácticas en empresas y centros de investigación», explica el investigador, quien, tras defender la tesis, espera poder realizar una estadía de posdoctorado en Canadá o Noruega.

Cuellar

 Fonte: Duvi